Se me ocurren muchas formas en las que el sexo y la comida se relacionan, algunas favorecen los encuentros sexuales, otras los arruinan. Recientemente en el consultorio he encontrado que el tema de la comida sale a colación en relación al sexo frecuentemente y me pareció que podía ser muy interesante explorar más sobre esta relación que no funciona igual para todas las personas, ni en todos los momentos, pero vale la pena generar una autoreflexión sobre si la comida juega un papel en mi vida sexual y de qué forma.
Continuamente las parejas mencionan que muchas veces después de comer o cenar no se sienten cómodas para iniciar un encuentro sexual: sienten el estómago cargado o con temor de tener alguna reacción intestinal. Quizá de manera hollywoodense o quizá porque es parte de la rutina de cenar e ir a la cama, pero típicamente las parejas buscan tener sus encuentros sexuales en la noche antes de dormir. El problema con el que muchos se topan es que además de sentir el cansancio acumulado del día, sienten la pesadez de haber cenado y deciden dejar el sexo para otro día que coman algo más ligero y por lo general, si el encuentro sexual no es prioridad, la comida si lo es y esa propuesta se lleva a cabo menos veces de las que quisieran.
Para quienes este sea el caso y quieran mejorar su vida sexual, es muy importante re-acomodar las prioridades y darle al encuentro sexual el tiempo y el espacio para vivirlo tan o más placenteramente que una rica comida o cena. Busquen el encuentro sexual antes de cenar o en algún otro horario en el cual se sientan cómodos(as), cumplan eso de cenar ligero (que además tiene beneficios para la salud), normalicen los ruidos y sensaciones de la digestión y permítanse integrarlos en sus encuentros.
Una segunda forma en que podemos asociar la comida con la sexualidad es metafóricamente. Típicamente comemos más de una vez al día. A veces comemos rápido y a solas, otras despacio y acompañadas(os); a veces cocinamos lo que comemos, nos queda delicioso y disfrutamos desde la preparación, en otras ocasiones vamos por un hotdog a la tienda de la esquina. Podemos cenar en nuestro restaurante favorito nuestra comida favorita o acompañar a alguien a cenar a algún lugar que no nos gusta. Por lo general, no nos preocupa demasiado comer delicioso todas las veces que comemos y en parte es porque sabemos que volveremos a comer en unas horas y siempre tenemos la posibilidad de disfrutarlo más. ¿Entiendes la metáfora?
Si viéramos el sexo como estas posibilidades infinitas de encontrarnos, seguramente nos relajaríamos más en muchos sentidos. Quizá podríamos incluir los besos, caricias y abrazos como formas de relacionarnos sexualmente y, aunque no sean nuestro platillo principal, pueden ser un delicioso aperitivo que incluso a veces, es suficiente. Podríamos permitir que a veces choquen los dientes, salga un gas, se arruine el momento porque sonó el timbre de la puerta o gritaron los niños sin que eso genere un gran conflicto y por el contrario nos de risa, finalmente, pronto lo volveremos a intentar. A veces, tendremos un encuentro delicioso, amoroso, placentero y de gran conexión que dejará nuestra dopamina, adrenalina y oxitocina por los cielos y a veces será rápido, solo por cumplir. De cualquier forma, siempre existe la posibilidad de disfrutarlo diferente la siguiente vez.
Una tercera forma de asociar la comida y el sexo es integrándolos. Imagínate un encuentro sexual con fresas, chocolate, vino, dulces, antifaz, música, velas y mucho tiempo. Se me ocurre que pueden adivinar eso que se están dando a probar mientras uno(a) tiene los ojos vendados. O hacer una pausa entre caricias y besos para platicar, comer y tomar un poco de vino o agua. Pudiera ser también poner algunos de estos alimentos en el cuerpo de tu pareja y comer de ahí. ¿Se te antoja?