– Estoy aquí porque mi pareja dice que tengo poco deseo sexual y quiere que yo pueda disfrutar cuando tenemos sexo
– ¿Estás aquí por ti o por tu pareja?
Claudia Sonrió. – ¿Sabrás de algunas hormonas o algo que me puedan ayudar?
Así empezó nuestra cita.
Es bastante común que las personas se cuestionen su “cantidad” de deseo sexual a partir de las peticiones de sus parejas y que busquen un cambio inmediato, como si fuera un botón de “apagado” y “encendido”. Esto, por lo general, me lleva a preguntarme algunas cosas ¿esta persona está aquí por miedo a perder la relación?, ¿hay algo en esa petición que sea propio, es decir, “yo quiero disfrutar mis relaciones sexuales”?, ¿qué es lo que está pasando para que exista este no disfrute y este no deseo?
El deseo sexual y la experiencia sexual está muy lejos de ser un interruptor. Digamos que forma parte de nuestro ser tomando en cuenta nuestra personalidad, nuestra historia, experiencias pasadas, biología, autoconocimiento, información objetiva o falsa sobre sexualidad, creencias culturales conscientes e inconscientes, creencias religiosas, autoestima, etc. Si me permiten utilizar la trillada metáfora de “el amor es como una plantita”, es como si todo esto formara parte de un saco de tierra con el que llego a la relación y al mismo tiempo mi pareja trae también su propio saco y de cada saco vamos a echarle tierra a “nuestra” planta. Una planta con muchos componentes: los tuyos, los míos y los nuestros.
Sin el interés de abarcar todo lo que el deseo sexual implica y mucho menos un encuentro sexual de pareja, me gustaría platicar de algunas de estos factores que por lo general no sabemos cómo interactúan consciente o inconscientemente con esas ganas de conectar sexualmente con nuestra pareja. Más que desarrollar cada aspecto, quisiera plantear algunas preguntas que nos lleven a conocernos un poco más, recordando que nada es bueno o malo, solo nos da información de nosotras(os) mismas(os) que nos permita entendernos y a partir de ahí ir descubriendo si hay algunos de esos aspectos que quisiéramos trabajar para vivir una sexualidad más plena.
Mi personalidad habla de nuestras características, nuestro temperamento, y de esto se han escrito muchos libros y se han dado muchos cursos, pero en relación al deseo, a mis formas de desear: ¿cómo me describo? ¿me percibo como alguien candente, deseoso o más bien con poco interés en lo sexual?, ¿qué tanto desde mi adolescencia pienso en sexo?, ¿ha sido parte de mi a lo largo de mi vida o más bien queda en un tercer, cuarto o quinto lugar de importancia?
Mi historia o más bien cómo cuento mi historia. Nuestra sexualidad es inherente a nosotros y nos ha acompañado toda nuestra vida, desde nuestra infancia tuvimos modelos que nos mostraban consciente o inconscientemente los significados que fueron anidando en nosotros con relación a la experiencia sexual (todo lo que esta implica: la percepción del cuerpo como “bueno” o “malo”, las reacciones de nuestros padres, madres o quienes estuvieran más cerca ante las caricias a los genitales, los juegos sexuales, bañarnos o no con ellos(as), etc.), los vínculos seguros o inseguros que fuimos formando con quienes nos criaron. ¿qué recuerdo en mi historia con respecto a mi experiencia sexual de infante?, ¿cómo SIENTO (el sentir es más importante que el recordar en este aspecto) el vínculo que tenía con mis progenitores: seguro o inseguro?, ¿qué tanto sentía libertad o represión en cuanto a mi vivencia sexual infantil?
Las Creencias culturales y religiosas están muy ligadas a nuestra historia, abarcan también lo que social, cultural y religiosamente aprendemos sobre la sexualidad. ¿qué mensajes recibía sobre la sexualidad por parte de la sociedad, la cultura y la religión?, ¿qué mensajes explícitos o implícitos recibía de mi familia?, ¿cómo me fueron impactando todos estos mensajes a lo largo de mi vida?, ¿los he hecho conscientes o se sienten como ramificaciones internas que no veo pero que sé que están ahí?, ¿cómo aprendí a ser hombre o mujer? ¿qué me implicó sexualmente este aprendizaje? ¿cómo lo he ido integrando en mi vida?.
En nuestra cultura lo que se espera de la vivencia sexual del hombre es casi opuesto a lo que se espera de la vivencia sexual de la mujer, y ni hablemos de otras identidades de género porque todavía culturalmente no caben, vamos un paso atrás de la realidad. Todas estas expectativas hacen mella en nuestro interior, lo queramos o no y es muy importante trabajarlas si nos están atorando a través de culpas y limitaciones nuestra experiencia sexual.
Información sobre sexualidad, biología y autoconocimiento. Típicamente hablar o estudiar o educarnos en sexualidad es un reto en nuestra cultura. Actualmente (a diferencia de años anteriores) hay un exceso de información sobre sexualidad; falsa información, verdadera, mitos y mandatos. Sin embargo, poco se habla abiertamente y poco se dirige a la integralidad de las personas. ¿Qué tanto me conozco sexualmente?, ¿conozco mi cuerpo completo?, ¿cómo me relaciono con él?, ¿conozco qué me prende y qué me apaga sexualmente?, ¿sé cómo son mis ciclos hormonales y no hormonales?, ¿de la teoría, qué sé sobre sexualidad, sobre anatomía?, ¿conecto con mi cuerpo en mis encuentros sexuales (conmigo y con otras(os))?
Relación de pareja y comunicación. Quizá está por demás decir que la percepción de la calidad (todo lo que esto implica) y la efectividad de la comunicación (y lo que esto implica) son básicas para permitir el despertar de los deseos sexuales. ¿Cómo percibo mi relación de pareja?, ¿me siento visto(a) por mi pareja?, ¿me siento a salvo en mi relación?, ¿encuentro suficiente novedad, nos salimos de la rutina?, ¿tenemos intimidad emocional?, ¿mi pareja me conoce, sabe lo que me gusta, lo que disfruto?, ¿nos tomamos el tiempo suficiente para jugar, seducirnos?, ¿le damos importancia a nuestra vida sexual?, ¿me siento entendida(o) por mi pareja?, ¿puedo hablar de lo que me es importante con mi pareja?
Como decía, no es un interruptor y estos son solo algunos factores que aunque no están conscientes en nuestra vida diaria, si dirigen de varias formas el cómo nos permitimos vivir nuestra sexualidad… hasta que decidimos otra cosa.
Y claro, también están las hormonas.